La renuncia de Joseph Ratzinger al cargo de Papa


Francisco Bermúdez Guerra (1)

Quiero decir en primer lugar, que respeto las creencias particulares de cada persona sobre Dios. En este sentido, utilizo el nombre de pila de Benedicto XVI como una forma de entender la humanidad de un individuo común y corriente que ejerció un cargo singular: el de líder de la Iglesia Católica.

Ratzinger fue elegido Papa en 2005. Su elección generó polémica entre los sectores liberales, y regocijo entre las facciones conservadoras. Sin embargo, la comparación con su sucesor fue inevitable. “El anterior Papa tenía más carisma” decían algunos, “Juan Pablo II tenía un rostro más agradable” afirmaban otros. Benedicto XVI nunca pudo igualar la popularidad de su antecesor.

En febrero 10 de 2013, Joseph Ratzinger presentó su renuncia al cargo de Papa. Una verdadera sorpresa. Nadie se esperaba que el líder de la Iglesia Católica presentara su dimisión, es inusual, no había sucedido tal acontecimiento en seiscientos años. Benedicto XVI dice que está enfermo, que sus fuerzas no le dan más, que no puede ejercer el ministerio petrino.

Ciertos conocedores del Vaticano han especulado sobre esta renuncia. Dicen que Ratzinger está enfermo, pero que la verdadera razón de la renuncia es la puja de poderes al interior de la Iglesia Católica. Benedicto XVI presuntamente se cansó de estas peleas y quiso dar un paso al costado. No sabemos puntualmente qué ha ocurrido en realidad.

Personalmente me agrada Ratzinger. El profesor de religión de mi colegio decía que él era una mala persona, un ultragodo, un retardatario. Ésa era la imagen que yo tenía de Benedicto XVI. Cuando lo eligieron Papa, esa imagen que yo tenía de él cambió. Vi a un venerable anciano asumiendo un cargo de enorme responsabilidad, de cierta forma sentí hasta admiración.

En 2005 Juan Pablo II falleció. Después de Wojtyla, la figura más importante de la Iglesia Católica era Ratzinger, el teólogo más famoso del mundo, decano del colegio cardenalicio, y uno de los asesores más rutilantes del Concilio Vaticano II. Ratzinger asumió el cargo con setenta y ocho años. Una persona muy mayor; a esa edad la gente se retira a su casa a ver televisión, a hacer crucigramas, o a pasear por el barrio. Pero, al pobre Benedicto XVI le tocó afrontar un reto muy pesado. En lo personal, respeto las creencias de los católicos sobre la figura del Papa como un individuo de características sobrehumanas, como un enviado de Dios, o como alguien semidivino. Están en su derecho. Yo considero a Ratzinger como un ser humano común y corriente, con debilidades, con fortalezas, y creo que eso le da más grandeza a su paso por el Vaticano.  

Benedicto XVI quiso renunciar a la prefectura de la congregación de la doctrina de la fe, en tiempos de Juan Pablo II. El Papa no le aceptó la dimisión. Desde esas fechas, Ratzinger ya se sentía cansado, quería dedicarse a leer, a escribir, a tocar el piano. Ya estaba de salida. Pero, en 2005 Wojtyla se murió y a Ratzinger le tocó ponerse al frente de la Iglesia Católica, ni más ni menos.

En 2013, Benedicto XVI se irá para un convento, desaparecerá del mundo social. Yo lo comprendo, Ratzinger es en esencia un profesor, un académico, y no un político. Y el Vaticano, con perdón de los católicos, es un lugar donde sí que se maneja el poder, la política. A sus ochenta y cinco años está cansado, ya no puede más, es sólo un humano. Quiere descansar, quiere dejarle la política a alguien más joven, a alguien con más poder combativo. Los católicos del mundo deben darle las gracias porque asumió esa responsabilidad con coraje, con paciencia, con compromiso. Estuvo siete años al frente de la Iglesia Católica comprometido con sus ideales. Eso es de admirar. Ojalá que las cosas mejoren para la Iglesia Católica por el bien de esa organización y del mundo entero.

(1)  Abogado, profesor, escritor, filántropo. http://fbermudezg.wix.com/novelas    

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