Por estos días, uno de los canales de televisión colombianos estrenó una serie basada en la vida del señor Pablo Escobar, reconocido narcotraficante y jefe de uno de los carteles de la droga más temibles del mundo. La serie está basada en investigaciones periodísticas y documentos hasta ahora desconocidos, supuestamente. Hace algunos años, este mismo canal llevó a la pantalla la serie: "El cartel de los sapos", basada igualmente en la vida de varios narcotraficantes colombianos.
No quiero pasar por adalid de la moral, o por faro de virtudes, sin embargo, me parece que el tema de las denominadas "narco-novelas" está cayendo en un ámbito de desgaste creativo y de falta de ánimo constructivo por parte de sus realizadores y productores.
No es un misterio que nuestro país ha sido agobiado durante décadas por el fenómeno del narcotráfico, Colombia ha sido víctima de la mala imagen, de los asesinatos, de los ataques terroristas, de la violencia, y de la falsa economía producto de esta actividad. En pocas palabras, el narcotráfico ha victimizado a Colombia, lo ha dejado como un país paria en el concierto internacional.
Como si el asunto no parara allí, a varios colombianos les dio por narrar las historias de esos narcotraficantes que desangraron a nuestro país. Esas historias se vendieron en sendos libros que se convirtieron en best sellers y en guiones para series de cine y de televisión. Obviamente, el rating de esas historias es elevado, fruto del morbo que despierta en la gente.
La violencia, y el sufrimiento que infringieron estos delincuentes fue real y extremo; muchas familias colombianas han sido víctimas del narcotráfico, la cosa no es para sentarse a reír y disfrutar. Por lo tanto, encontrarse con esas historias recreadas en la televisión o en el cine es desgastante. En la televisión la cosa es mucho más complicada ya que la señal es libre, y no se sabe quién puede estar viendo estas historias. Me preocupa que los niños y los jóvenes se entretengan viendo estas telenovelas de matones y de delincuentes; me preocupa que los niños y los jóvenes tomen como ejemplo de vida a estos señores que torturaron a la sociedad colombiana, pero que se llenaron de dinero y de riquezas cometiendo atropellos y barbaridades.
Muchos dirán que el fenómeno no es nuevo, y que la televisión, el cine, y la literatura, están llenos de malos ejemplos y de historias truculentas. Sin embargo, tenemos que empezar por aceptar que las cosas en estos ámbitos de salieron de madre por lo menos en el tema de la televisión abierta. La televisión desde sus comienzos tuvo como objetivo entretener y divertir, aunque la programación cultural estuvo muy presente en la parrilla de los difuntos canales públicos colombianos de antaño, y hoy es una programación casi que marginal. La televisión privada abierta hoy en día es un show lleno de realitys de mal gusto, pendejadas, y bufonadas que sólo animan al televidente medianamente inteligente a navegar en otras latitudes de la televisión por cable, donde los documentales, y las series históricas le ofrecen al espectador un oasis de inteligencia entre tanta basura visual.
Hace algunos días observé en televisión una entrevista que le hizo la periodista Patricia Pardo al actor Andrés Parra en el programa "Confesiones". Parra es quien interpreta el papel de Pablo Escobar en la nueva serie que estamos comentando. En esa entrevista, Patricia Pardo de manera muy inteligente le preguntaba al actor si estaba satisfecho con la participación en ese tipo de narco-novelas. El actor contestó que el objetivo de esas series era entretener y que lo último que querían era que la gente se volviera narcontraficante o que fuera un mal ejemplo para los niños.
Obviamente, los canales no buscan que las personas se vuelvan maleantes, o que integren su propio cartel de tráfico de cocaina, sin embargo, como dice el dicho popular: "El que inocentemente peca, inocentemente se condena", esto quiere decir que a pesar de las buenas o neutrales intenciones de los realizadores de estas novelas, la verdad es que muchos niños y jóvenes observan con interés estas historias que podrían administrarles ejemplos de vida para enriquecerse o triunfar en un mundo donde el dinero es lo único que cuenta.
Mirar estas novelas, en el caso de los niños o jóvenes, acompañados de los padres o adultos responsables no basta; las historias y sus enseñanzas entran al subconsciente de las personas, y el atractivo por el dinero fácil, las mujeres alegronas, las camionetas, y la vida lujosa, engendran en el televidente joven e inexperto un hambre por recrear en su propia vida esos modelos que mira en la televisión.
La televisión debe ser un instrumento de culturización, de ennoblecimiento moral, de ayuda educacional. Pensar en entretener con historias de delincuentes, y de divertir con ejemplos de hampones es peligroso. ¿Dónde queda la responsabilidad social de estos canales? ¿En una simple división burocrática que lleva ese nombre? ¿En dar tarjetas de navidad hechas por niños de una fundación, y de paso darles una limosna? No señor, la responsabilidad social es responsabilizarse por los contenidos de los programas, por las enseñanzas que dan estos programas, y por la efectividad constructiva de los mismos. Los canales de televisión son inmensas empresas que reportan multimillonarias ganancias cada año; ya es hora que piensen no sólo en el símbolo pesos o dólar, y se pongan la mano en el corazón. Nuestro país - Colombia-, vive una profunda crisis moral producto del narcotráfico, del terrorismo, de la corrupción, ya es hora que los canales privados envíen mensajes constructivos en sus programas de entretenimiento. ¿Por qué no recrean la vida de escritores, pintores, deportistas, académicos, que han sido ejemplo para los colombianos? Los colombianos nos merecemos diversión, pero sana. Hay diversión perversa, que sólo degrada y envilece, pero también se puede gozar con programas que estimulen constructivamente la inteligencia. Recurrir al morbo es fácil, pero divertir con ética es el reto, nuestro país lo necesita.
1 comentario:
La respuesta a este post, de Víctor Solano:http://victorsolano.com/2012/06/08/respuesta-al-post-del-amigo-francisco-bermudez/
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