A veces uno se sorprende por el
mundo en el que vive; masacres, guerras, delincuencia, abusos, ideologías
anacrónicas, posturas estúpidas, etc. “El mundo está mal” pensamos, nos
angustiamos, nos indignamos, ¿por qué tanta injusticia? ¿Por qué tanta maldad?
¿Por qué tanto imbécil suelto por ahí?
Queremos que esto cambie,
algunos promueven el cambio desde el ámbito político, otros desde el religioso,
otros desde el filosófico y académico. Otros sin embargo, son indiferentes. “Esto
no tiene arreglo” piensan los indiferentes; “esto se jodió” elucubran otros; “me
es indiferente, yo solo pienso en mí mismo” se dicen así mismo muchos.
El cambio, ¿realmente queremos
que las cosas cambien? ¿Estamos preparados para el cambio? ¿Necesitamos el
cambio? Quienes viven en la opulencia, en la abundancia y en la riqueza,
posiblemente opinan que no, que no se necesita cambiar nada porque todo está
bien. ¿Es eso cierto? ¿Todo está bien? ¿Todo está marchando a las mil
maravillas en nuestro agobiado mundo? Yo creo que no; la injusticia campea por
doquier, millones de personas se mueren de hambre, otros mueren por guerras,
por conflictos, por pandemias, por terrorismo. El mundo no marcha
correctamente, ¡qué pena decirlo! Pero así es.
La tentación de imponer un cambio
desde lo más alto, desde lo político, es una tentación factible, posible,
atractiva. Obtener el poder para imponer mi forma de ver la vida. Sería justo,
¿no? ¿Pero qué tal que mi forma de ver la vida sea incorrecta, obtusa o
inviable? ¿Los demás tendrían que aguantar esa imposición? Yo creo que no, sin
embargo, “el que manda manda aunque mande mal” como dice el dicho. La política
siempre ha sido un instrumento de imposición de ideas, de visiones de la vida,
por quienes detentan el poder. Yo impongo mi visión del mundo.
Sin embargo, es justo decir que
el mundo es un reflejo de las condiciones individuales de las personas; si hay
violencia, es porque la gente es interiormente muy violenta; si hay miedo, es
porque la gente individualmente lo padece. La sociedad es un reflejo de lo que
le pasa a cada persona. Yo creo que si queremos cambiar el mundo debemos
empezar por nosotros mismos. Si queremos que haya paz, debemos encontrar esa
paz en nuestro interior; si queremos que haya solidaridad, debemos ser
solidarios; si queremos que haya sensatez, empecemos por buscar la sensatez en
nuestras acciones.
La batalla más importante que
podemos dar en nuestra vida, es por lograr nuestra transformación interior.
Dejar de alimentar nuestros errores y potencializar nuestras características
positivas. La sociedad solo va a cambiar si cambian los individuos como
personas. Nos podemos decir mentiras sobre eso; podemos decir que tal o cual
partido político es mejor que otro, y que así se va a transformar la sociedad:
¡Mentira! Todos los políticos son políticos y solo quieren una cosa, tener
poder, punto; ya sean de derecha, de izquierda, de centro, de lo que sea.
Los cambios los provocamos los
individuos cuando nos transformamos como personas. Cuando percibimos nuestros
defectos, como la ira, la rabia, la envidia, el egoísmo, el miedo; y los
transmutamos en fortaleza, en justicia, en compasión, en coraje. Solo cuando
hagamos eso veremos en el exterior una mejor sociedad, de lo contrario solo
veremos la repetición de la repetidera.
Es cierto, hay crimen, hay
delincuencia, hay guerras, hay temor, hay odio; pero si cambiamos nosotros, por
lo menos ya hemos hecho un aporte mínimo al Universo; pero es un aporte. Una
persona más compasiva, más pacífica, más sensata ha nacido, eso ya es un logro.
El logro interior debe ser el logro más importante; empezar cambiando lo micro
para cambiar lo macro.
La tentación de lograr el poder
es una tentación atractiva como ya lo dije; pero es una tentación peligrosa. “Solo
el que sabe dominarse a sí mismo puede dominar a los demás” dicen por ahí,
¿cuántos gobernantes se saben gobernar a sí mismos? ¿Cuántos saben dominar sus
pasiones? No lo sabemos, pero lo que se ve por ahí no es muy halagador. Los
políticos siempre harán política; nosotros podemos promover verdaderos cambios examinando
nuestra existencia, y cuando lo hagamos ya habremos hecho un verdadero aporte
de cambio; lo otro son utopías.
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