El suicidio



El pasado 11 de agosto el mundo recibió la infausta noticia del fallecimiento del actor Robin Williams quien al parecer tomó la decisión de acabar con su vida. El actor se suicidó, al parecer, debido a problemas económicos, depresión, vestigios de alcoholismo y quién sabe qué más cosas. Una pérdida irreparable para el séptimo arte y para Hollywood.

Recordamos con cariño muchos de los filmes donde participó Williams como “La sociedad de los poetas muertos”, “Good Will Hunting”, “Jumanji”, “Peter Pan”, entre otros. ¿Qué lleva a una persona a acabar con su vida? ¿Enfermedad mental? ¿Depresión severa? Son muchas las causas, sin embargo, yo tengo mi propia posición frente a este tema, que de cierta forma es tratado como tabú.

La vida nos da la posibilidad de suicidarnos, de acabar con nuestra existencia, de decir “no más, hasta luego”. Para algunos, son los cobardes los que se suicidan; otros piensan lo contrario, que quienes se suicidan tienen mucho coraje. No me interesa esa controversia de saber “quién es el más macho”, es estúpido. A decir verdad, pienso que el suicidio es como perder una oportunidad, es echar a la basura un regalo que es la vida.

Nuestro paso por este planeta está lleno de cosas buenas y de cosas malas. Hay de todo. Dolor y placer; a veces hay placer, a veces hay dolor. Eso les ocurre a todos los seres humanos. Es cierto, muchas personas pasan por situaciones terribles, y a otras la vida les sonríe. Pero siempre hay dolor y placer, es inevitable.

El suicidio es una situación límite, donde la persona no encuentra otra solución a su drama personal. Hay una desesperación, angustia, depresión o ansiedad que se apoderan de quien comete este acto. Yo soy nadie, como para juzgar a estas personas. Creo, sin embargo, que la vida a todos nos ha regalado cosas buenas; el simple hecho de existir me parece un milagro que toca agradecer. Incluso, muchos eventos negativos que suceden en la vida -con posterioridad- nos damos cuenta de que eran oportunidades de progreso y de bienestar.

Este breve paso por el planeta Tierra tiene de todo, es como una aventura, y así debemos afrontar ese viaje: como una aventura. Es verdad, hay situaciones terribles: la pérdida de un ser querido, una quiebra económica, una enfermedad incurable, algún dolor moral como una ruptura sentimental, etc. Pero, yo creo que todas esas situaciones dolorosas a veces son inevitables, y que nuestra actitud ante estas puede amplificarlas para bien o para mal. Podemos sacar lecciones de estas situaciones negativas y progresar; o simplemente darnos cuenta de que estos hechos son pasajeros.

El entorno en el que nos movemos alienta demasiado el éxito profesional, social, económico. “Tú eres un perdedor” se dice en nuestro medio, ¿eso qué significa? Que la persona no tiene dinero, o no tiene un empleo relevante, o simplemente no anda en el carro último modelo. En nuestro medio se ha perdido esa sensibilidad hacia la vida, esa emoción de simplemente respirar.

Las presiones de la sociedad, de los otros, las falsas imposiciones, muchas veces llevan a que la gente se obligue a hacer cosas imposibles; y si no consiguen esos objetivos se sienten como perdedores. Ningún ser humano es un perdedor, vivir ya es un triunfo de la existencia.

Hay que recordar cuando las cosas estén mal, que la vida nos ha dado cosas buenas: la sonrisa de alguien, las ayudas de amigos y familiares, la comida que hemos degustado, las puestas de sol que hemos contemplado, el aire que hemos respirado, las estrellas que hemos contemplado en las noches, los lugares que hemos conocido, la gente que ha compartido con nosotros. Hay muchas cosas por agradecer; creo que suicidarse es olvidarse de todas esas cosas. Es como salir de la vida dando un portazo. Creo que es de ingratos hacer eso.

Por muy malas que estén las cosas siempre hay una luz en la oscuridad; siempre la hay. A veces esa luz viene de los demás, a veces viene de un cambio de actitud de nosotros mismos (la mayoría de las ocasiones). Es nuestra decisión irnos de acá dando un portazo, o tomar la alternativa de seguir dando gracias y esperar lo que nos traiga la marea del océano de la existencia.

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