Mi paso por el Réfous: “Bonjour Line. Bonjour Monsieur”


Hace algunos días leí en Facebook la nota de una ex refousiana, referida a su traumática experiencia con relación a su estancia en el colegio. El Réfous fue mi colegio durante catorce años, desde jardín infantil hasta bachillerato. Si bien es cierto este plantel educativo tiene fama de “difícil”, “duro”, “cuchilla”, o como lo quieran llamar, la verdad es que el Réfous tiene un encanto que sólo apreciamos los que egresamos de él. Muchos de mis mejores amigos son refousianos, y gracias a este colegio, tal vez, ahora soy profesor. Monsieur Jeangros, el rector, ciudadano de origen suizo, pero radicado en Colombia desde hace décadas, es el símbolo del colegio. Los alumnos de bachillerato lo llaman “el mono”, por su apariencia europea; él es una persona llena de sabiduría, goza de una personalidad excéntrica, y sus dos principales aficiones son las matemáticas y la música. Los alumnos predilectos del Monsieur Jeangros eran los pilos de matemáticas y los músicos. Y digo predilectos, aunque a él, no se le conocía simpatía íntima por ningún alumno, dada su personalidad rígida y disciplinada. Las clases de música con Jeangros eran extrañas, a veces bizarras, muchos de mis compañeros se estresaban con ellas, ya que “el mono” recurría al regaño insultante si algún estudiante no respondía con atino las preguntas que él formulaba en las clases. “Parecen vacunos” decía Jeangros en las estresantes sesiones de música, donde él colocaba alguna pieza musical y pedía que se le hiciera algún comentario. Si no había comentarios, o los comentarios no concordaban con lo que él necesitaba, el alumno era objeto de una severa reprimenda al estilo de Monsieur: “Parece un vacuno”. Todavía me da risa este regaño, que “el mono” administraba con su acento de suizo de nacimiento. Ir los sábados a estudiar, los célebres almuerzos del colegio, los chequeos de matemáticas, las farsas en inglés y en francés, las clases de educación física, los castigos de Monsieur, y muchas otras facetas que los refousianos recordamos con humor, y con paciencia, porque en esa época muchas de las características de la vida refousiana eran duras y difíciles. En la nota de Facebook de la ex refousiana, ella afirmaba que el colegio rayaba con la violación de los derechos humanos de los alumnos. Yo no iría tan lejos, si bien es cierto muchos de los castigos eran singulares, hablar de violación de los derechos humanos es exagerado. En lo personal, fui castigado algunas veces, sin embargo no podría decir que los castigos rayaran con lo ilegal. Aunque muchos castigos, que los refousianos conocemos que se administraban eran poco ortodoxos, pero en última instancia sólo llevaban a crear una conciencia moral del bien y del mal. Hoy los recuerdo con simpatía. El Réfous tenía muchas cosas extrañas, como las clases de educación física, las cuales no tenían nada que envidiarle a los cursos de contraguerrilla que se llevan a cabo en el ejército de Colombia. La obsesión por las matemáticas modernas, que en el Réfous se denominaban como MM, por ejemplo, en el colegio no teníamos clase de aritmética, teníamos clase de MM1 y de MM2; no había clase de geometría, había clase de MM3, y así sucesivamente. En once grado, la clase de matemáticas se denominaba como MM8, si mal no recuerdo. A Monsieur Jeangros le obsesiona las matemáticas, y sobre todo la pedagogía de las matemáticas, algo que raya con lo obsesivo-compulsivo. En bachillerato debíamos estudiar con un libro llamado Minimath, un texto que no se conseguía por ningún lado, prácticamente era más fácil leer los rollos del Mar Muerto que conseguir el bendito Minimath, un libro de matemáticas escrito en francés. En décimo y once grado sucedía algo similar con un libro llamado “Arlón”, que igualmente era difícil de encontrar y que prácticamente compite en niveles de dificultad de consecución con las tablas de los diez mandamientos de Moisés. Los almuerzos del Réfous eran dietéticos, un pan de Comapan, unas galletas de limón, un poco de arroz y fríjoles, y la ensalada (dos pedazos de piña chiquitos), y la gaseosa, la cual a veces presentaba extraños colores, y que después no veíamos en el supermercado común y corriente. Al Réfous debíamos ir con los cubiertos de nuestra casa, empacados en una bolsa, si no se llevaban los cubiertos el alumno era objeto de un castigo: llevar los platos a la cocina. En la puerta de la cocina estaba Monsieur, revisando no sé qué. Una anécdota que me sucedió en los últimos años del colegio muestra el carácter de Monsieur Jeangros. Con algunos compañeros de la vocacional de agricultura decidimos “pedir prestadas” algunas gaseosas para saciar nuestra sed después de la agobiante sesión de azadón. Obviamente quisimos pedir prestadas las gaseosas sin permiso. Como nuestra suerte no nos acompañó, el mismísimo Monsieur Jeangros en persona nos pilló. Mis nervios me traicionaron, yo decidí decirle a Monsieur que ellos (mis compañeros de agricultura) me habían obligado, mi actitud fue miserable, cobarde. Monsieur Jeangros sonrió y me dijo “Este chinito se merece una gaseosa completa”, mientras que a mis otros compañeros sólo les dio unas gaseosas para que las compartieran entre dos personas. Hoy en día, mis compañeros de agricultura todavía se acuerdan de esa bajeza mía, y nos reímos, aunque ellos después se desquitaron de mí, de otra forma. El Réfous tiene una innegable calidad académica, y siempre aparece en el escalafón de los mejores colegios de Colombia a pesar de su bajo costo. Yo recuerdo con alegría, con tristeza, con nostalgia, con rabia, y con hilaridad, muchas de las cosas del colegio, sin embargo, el resultado general es satisfactorio. Otras cosas extrañas del Réfous, como el salón dedicado a las matemáticas (el aula máxima del colegio), la libreta de tareas en francés, las regletas, los minicomputadores (unas fichas de parqués en unas tablas pintadas de colores), la cooperativa, las entregas de notas, y la época de exámenes finales, sólo son algunos de los detalles singulares del Réfous. Hoy con mis amigos del colegio nos reímos de todo eso. En ese momento, algunos de esos acontecimientos no fueron tan chistosos, pero en general, todo fue una experiencia única, particular. Gracias Colegio Réfous. Gracias Monsieur Jeangros.